Entre los días
27 y 30 de diciembre de 1870, el Presidente del Gobierno de España y una de las figuras
políticas claves en la historia de nuestro país, se debatía entre la vida y la muerte: Juan Prim y Prats.
Prim, viajaba, un 27 de diciembre, en su berlina desde el Congreso de los Diputados hacia el Palacio de
Buenavista, y a su paso por la Calle del Turco (hoy Marqués de Cubas) sufrió un
atentado en el que recibió varios disparos por parte de unos desconocidos. A lo
largo de los tres días siguientes se abren numerosas incertidumbres, que dejarán,
sin duda, una impronta en la evolución política de nuestro país. El día 30 se
certificó la muerte del militar, pero nadie fue condenado por su muerte, y casi
ciento cincuenta años después de su muerte, el asesinato sigue aún sin haberse
resuelto.
Antes
de morir, Prim tuvo tiempo de declarar que entre los atacantes pudo identificar
la voz de un parlamentario republicano, José Paúl y Angulo, al que oyó gritar "fuego,
puñeta, fuego". Paúl, antiguo amigo y aliado de Prim, fue uno de los más críticos a su "traición" a la Revolución de 1.868, tanto
desde el Parlamento como desde el pasquín "El Combate" que durante un
breve tiempo se publicó en Madrid. Tras la muerte de Prim, huyo de España para
nunca regresar y aunque escribió un libro donde negaba su participación en los
hechos, más de una prueba apunta claramente hacia él (entre ellas el testimonio
de un tal José López, que llegó a estar detenido durante casi diez años durante
la instrucción del caso, aunque nunca llegó a ser juzgado ni, evidentemente,
condenado). López también escribió un libro en contestación al de Paúl y
Angulo, acusando a éste de estar detrás del atentado.
Respecto del Duque de Montpensier, Antonio María de Orleans, existen fuertes sospechas sobre su apoyo económico a los autores materiales del atentado y sobre la implicación de alguno de sus subordinados (su ayudante Felipe Solis), aunque tampoco se pudieron probar. Se sospecha que Montpensier pensaba que el asesinato de Prim haría que Amadeo se replanteara su decisión de aceptar el trono español, lo que volvería a convertirle en el principal candidato a la corona, pero no fue así. Irónicamente, aunque él no llegó a conseguir acceder al trono, su hija Maria de las Mercedes casó con Alfonso XII y se convirtió en Reina de España.
Menos consistentes parecen las pruebas de la implicación del Regente Francisco Serrano en la muerte de Prim. Sí parece que ambicionaba convertirse en Rey de España y que, a pesar de las advertencias de un posible atentado, no se puso mucho empeño ni en evitarlo ni, posteriormente en resolverlo.
Respecto del Duque de Montpensier, Antonio María de Orleans, existen fuertes sospechas sobre su apoyo económico a los autores materiales del atentado y sobre la implicación de alguno de sus subordinados (su ayudante Felipe Solis), aunque tampoco se pudieron probar. Se sospecha que Montpensier pensaba que el asesinato de Prim haría que Amadeo se replanteara su decisión de aceptar el trono español, lo que volvería a convertirle en el principal candidato a la corona, pero no fue así. Irónicamente, aunque él no llegó a conseguir acceder al trono, su hija Maria de las Mercedes casó con Alfonso XII y se convirtió en Reina de España.
Menos consistentes parecen las pruebas de la implicación del Regente Francisco Serrano en la muerte de Prim. Sí parece que ambicionaba convertirse en Rey de España y que, a pesar de las advertencias de un posible atentado, no se puso mucho empeño ni en evitarlo ni, posteriormente en resolverlo.
También
se habla de la implicación de uno de los miembros de su escolta, José María Pastor al que alguno de los implicados
acusó de haber financiado el magnicidio.
Del 27 al 30 de diciembre, los tres días en los
que gobernó Serrano.
27 de diciembre de 1870.
A
las horas del atentado, el general Serrano,
regente de España, nombra al vicealmirante Juan Bautista Topete ministro del
Estado y, de forma interina, presidente del Consejo de Ministros y del
Ministerio de la Guerra. El decreto no se publica en la Gaceta hasta el 29.
También se nombra a Adelardo López de Ayala ministro de Ultramar.
28 de diciembre:
A pesar del nombramiento,
Serrano comunica que el presidente del Consejo de Ministros, Juan Prim , sólo ha
sido «ligeramente herido al salir del Congreso en la tarde de ayer por disparos
contra su coche en la calle del Turco» y que «se ha extraído el proyectil [en
singular] sin accidente alguno… ni complicación». Topete explica en las Cortes
cómo Serrano le ofreció la presidencia delante del «cuerpo ensangrentado de Prim » y
expresa su deseo de traer a Amadeo de Saboya al trono, a pesar de su oposición
tan sólo cinco días antes.
29 de diciembre:
Se
informa que el día anterior «se levantó el apósito que se había aplicado al
presidente sin haber tenido lugar los accidentes que suelen presentarse en esta
clase de heridas tan sujetas a complicaciones. El estado del enfermo no puede
ser más halagüeño».
30 de diciembre:
Por
la mañana se apunta por primera vez a la fiebre y a la existencia de varias
heridas, sin que se califique de grave. Amadeo desembarca en Cartagena a las
14.30 donde le recibe el almirante Topete. Esa noche se comunica que Prim ha
muerto. El parte oficial habla ya de seis disparos, y concluye que la muerte se
debe a una fiebre producida por «los grandes destrozos causados por las balas
en codo, muñeca y hombro del lado izquierdo» que desembocan en una «intensa
congestión cerebral que le produjo la muerte a las ocho y cuarenta y cinco
minutos».
Fuente: Diario Oficial del Estado
La Comisión Prim de Investigación, ha realizado un estudio
forense del cuerpo embalsamado, que se conserva en Reus, para
esclarecer las causas de su controvertida muerte, comunicada
oficialmente precisamente el mismo día que el
nuevo rey Amadeo Saboya, la apuesta del propio Prim,
llegaba a España para convertirse en el monarca de los españoles.
Los expertos de la Universidad Camilo José
Cela, al frente de los cuales se encuentra la médico forense María del Mar
Robledo, certifican que las heridas que sufrió eran mucho más graves de lo
que se dijo entonces: “los impactos del hombro izquierdo como destaca el
“informe de autopsia” del sumario 306/1870 resultarían mortal ut plurimum,
esto es mortal de necesidad, y no el incorrecto “ut plurimunt” como se ha
venido difundiendo” y que era “prácticamente imposible” que aguantara con
vida durante esos días, si bien, afirman asimismo que una serie
de marcas y laceraciones en el cuello evidencian que pudo ser
estrangulado en su lecho de muerte.
La aparente contradicción de ambas afirmaciones,
ya que si las heridas fueron mortales no habría hecho falta que los supuestos
asesinos le estrangularan, mientras que si éstas no lo eran, como mantuvo
la versión oficial que trasladó al país el
general Francisco Serrano, habría sido más lógico que sus adversarios
sí trataran de rematarle, se explica en el informe porque los surcos
en el cuello “encajan en una necesidad de los asesinos de Prim de no
permitir la recuperación del mismo, del que asustaban tanto su fortaleza
física como su fortuna de salir indemne” al mismo tiempo que se
esgrime que “contrariamente a lo que se ha aceptado hasta ahora, fueron de
gravedad” y que es “prácticamente imposible que se produjera la
supervivencia de los tres días oficiales”.
Quedan algunas dudas
sobre la posible conspiración:
¿En qué beneficiaba que Prim viviese
esos tres días? Según la lógica de los hechos, los supuestos
conspiradores, es decir el general Francisco Serrano, entonces Regente del Reino y el almirante Juan Bautista Topete ministro de Ultramar y
de Guerra, habrían querido que Prim muriese antes de que Amadeo de Saboya llegara a España, puesto que se
habían opuesto a su entronización. Sin embargo,
la explicación que esgrimen los historiadores que defienden la teoría de
que ambos lo mantuvieron con vida de forma ficticia fue precisamente para que nadie
sospechara de ellos, ni de su lealtad, recibir con los brazos abiertos al futuro rey y
minar su autoridad desde dentro.
Casi ciento cincuenta años después son muchas las dudas que aún envuelven a esta episodio de la historia de España, peroi lo que queda claro es que el rumbo político establecido cambió aquel gélido 27 de diciembre.