Acuerdo Sykes-Picot, un pacto secreto entre
Gran Bretaña y Francia, con el consentimiento de la Rusia zarista, para el
reparto de las posesiones del Imperio Otomano en Oriente Próximo tras la
Primera Guerra Mundial. El pacto fue firmado el 16 de mayo de 1916 y
estipulaba que, pese a las promesas realizadas a los árabes a cambio de su
levantamiento contra los turcos, Siria, Irak,
Líbano y Palestina se dividirían en áreas administradas por británicos y
franceses. El acuerdo toma su nombre de los negociadores, Sir Mark Sykes (por
Gran Bretaña) y Georges Picot (por Francia). En mayo de 1916 Gran Bretaña y Francia acordaron de
forma secreta como se repartirían el Imperio
Otomano (cuyos territorios iban desde el Bósforo hasta el golfo Pérsico), en
caso de que ganaran la Primera Guerra Mundial. De esta forma, se aseguraban el control de una zona geoestratégica sumamente
importante para el suministro futuro de petróleo. En un
principio se reservó algún territorio para Rusia, acuerdo que perdió su validez
con la revolución soviética.
Las implicaciones de este tratado y antecedentes
a su firma fueron muy complejas. A finales del siglo XIX, los alemanes ven
prioritario la construcción del ferrocarril Berlín-Constantinopla-Bagdad; una
segunda línea debería transcurrir hacia Damasco vía Medina. A los proveedores
financieros que participasen se les garantizarían los ingresos del transporte
ferroviario y los derechos para perforar pozos de petróleo en un margen de 19
kilómetros a cada lado de la línea durante los siguientes 99 años. El
ferrocarril comenzó a construirse en 1903 (su finalización se produjo en la
década de 1940). Pero esto chocaba con los intereses británicos, puesto que la arteria
principal del Imperio Británico era el Canal
de Suez, vital para la ruta marítima hacia la India. Antes de la Primer
Guerra Mundial, el Imperio Otomano era un extenso territorio en decadencia,
tras más de cuatro siglos de existencia, una amalgama de nacionalidades,
razas y creencias que se encontraba en estado de descomposición, por las
pretensiones de renovación del régimen desde dentro, así como por los problemas
financieros que atravesaba.
En octubre de 1914, Max Von
Oppenheim, un agente alemán, entregó al Káiser un documento que apostaba por
financiar una guerra santa desde la India a Marruecos. Para ello había que
proporcionar armas de contrabando a la India, incendiar los campos petrolíferos
en Bakú (Azerbaiyán) y bloquear el canal de Suez. Para que este plan funcionase
eran necesarios numerosos fondos y la colaboración del Imperio Otomano. En el
Imperio Otomano, un grupo de generales, los Jóvenes
Turcos, habían dado un golpe de estado consolidando a Pachá como dictador,
convirtiéndose en un títere, así en noviembre de 1914 firman una alianza con
Alemania. El siguiente paso será convencer a los árabes: Oppenheim intenta
convencer a Faisal (quien reclama dinero y armas para iniciar
una guerra santa contra el Imperio británico). Al mismo tiempo, y de
modo secreto, en 1915 se están reuniendo el Alto
Comisionado británico McMahon y
el emir de La Meca Hussein
(padre de Faisal) con un objetivo muy claro: los británicos prometen apoyo a la
independencia árabe si se sublevan contra el imperio otomano. Lo que desconocen
los alemanes es que Faisal está jugando a dos cartas. Al mismo tiempo que está
en conversaciones con Oppenheim, se está reuniendo con el agente inglés Lawrence de Arabia. Al final, Hussein
y Faisal se decantan por los británicos.
En el verano de 1916 Hussein se vuelve contra el
sultán de Constantinopla: combatientes árabes destruyen la guarnición turca de
La Meca. Hussein y su hijo Faisal quieren unificar las regiones árabes del
Imperio Otomano y expulsar a los turcos. El gobierno británico tiene plenos
poderes para ofrecer dinero, armas y asesores militares. A finales de 1916
todas las fuerzas otomanas se baten en retirada. En diciembre de 1917 los
británicos alcanzan Jerusalén.
Sin embargo, el sueño de una gran nación árabe
no llegará a culminarse porque esas promesas eran contradictorias con
la Declaración Balfour. En 1917 Lord
Balfour, en nombre del gobierno británico, se muestra favorable a la creación
en Palestina de una sede nacional para todos los judíos del mundo. Esto es
incompatible con las promesas hechas a Hussein y Faisal. Theodor Herzl,
fundador del movimiento sionista, buscó apoyos entre los alemanes, pero estos
priorizaron la construcción del ferrocarril Berlín-Bagdad. Al final, serán los
británicos quienes también apoyen la creación de un estado judío. En noviembre
de 1918 finaliza la Primera Guerra Mundial y comienza la firma de los tratados
de paz, en la Conferencia de Paz de París, dónde se optó por un reparto
de territorios entre británicos y franceses bajo la forma de mandatos de la
Sociedad de Naciones. No obstante, en
la Conferencia de El Cairo de
marzo de 1921, presidida por Winston
Churchill, quedará configurado definitivamente el nuevo Oriente Medio. Teniendo
en cuenta la correspondencia McMahon-Hussein, el tratado de Sykes-Picot y la declaración de Balfour, la Comisión Mesopotamia trazó nuevas fronteras donde no las
había: (Siria, Líbano, Palestina), se crearon nuevos países (Transjordania,
Iraq, Kuwait) y dispersó a los kurdos entre cuatro países distintos. Los
trazados geográficos se realizaron sin ninguna lógica ya que las nuevas líneas
fronterizas dividieron a tribus y grupos étnicos.